Checa eso: muchas cosas en el Antiguo Testamento tienen su paralelo en el Nuevo Testamento.
Por ejemplo, el éxodo de Egipto tiene un gran paralelo con la vida de un cristiano.
Cuando los israelitas todavía estaban esclavizados en Egipto, es como la persona que no conoce a Dios. Luego, al pasar por el Mar Rojo, es como el bautizmo, cuando una persona se salva y se vuelve un discípulo de Jesús.
El tiempo que pasaron los israelitas en el desierto es igual que la vida cristiana: llena de pruebas y sufrimiento. Cuando los isrealitas por fin llegaron a entrar en la tierra prometida, es como el cristiano que muere y va al cielo.
Muchos se confunden y creen que la vida cristiana es como la tierra prometida, y por eso dejan a Dios cuando las cosas se vuelven difíciles. No nos confundemos.
También recordemos que de los 600,000 isrealitas, solo UNO llegó a la tierra prometida. TODOS los demás, incluso Moisés, murieron antes, la mayoría con sus cuerpos tendidos en el desierto, víctimas de la ira terrible de Dios por su pecado no arrepentido.
Ahora vemos en la iglesia que el amor de la gran mayoría se ha enfriado. Muchos quieren culpar a los líderes y se olviden que Dios de antemano avisó que iba a ser así, que el amor de muchos se iba a enfriar, y que vendrían tiempos cuando la gente (los cristianos) ya no iba a aceptar a la sana doctrina, sino se iba a juntar con personas que les decía lo que querían oír. Y ahora, como en la Biblia, los cuerpos de los muchos se quedaron tendidos por muchos lados, y son muy pocos los que siguen fieles desde hace muchos años, y más los que han abandonado su fe y a la iglesia.
Y otros siguen yendo a la iglesia, sin darse cuenta o admitir que ya no son discípulos. Y no pocos de ellos dirigen iglesias enteras.
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